Necesito hablar y, quizás, lo mejor que encontré fue escribir un poco porque me es difícil hablar ahora mismo. Si bien siento agobio y angustia, no me "sale" -o sea, no soy capaz de expresarlo-: no puedo llorar o gritar, escaparme o hacer algo al respecto; no sé bien qué hacer.
A todos nos ha pasado que alguien no se ha sentido satisfecho con nosotros o lo que hacemos (trabajos, lecturas, presentaciones, compromisos, etc.), en el último año me ha pasado mucho y, a medida que avanza más el tiempo, me siento peor al respecto. No es que sea la primera vez que alguien me dice "no me gustó" o "no me siento contento con esto"; en este trabajo en que ha ido tanteando el camino a medida que lo he necesitado, autodidacta y sola, me ha pasado bastante. Me parece que hacía harto que no me pasaba, pero tampoco esperaba que no volviera a suceder. En algún punto del 2018 (podría ser antes o después), me sentía pésimo con pequeños fallos en mi trabajo: una manchita, una hoja descuadrada, un librito chueco, algo que salía mal impreso. Llegó un punto en que cruzaba los dedos para que nadie notara un par de fallos entre 100 libros o cinco "detalles" entre 60 copias; desde ahí, en un punto de angustia tremenda y sin saber bien cómo mejorar esos fallos (porque algunos dependían de mí y otros no); comencé a notar que las personas no eran capaces de indicar esos errores que yo veía; que quizás los notaban, pero no decían nada; o no les importaban. Me preguntaba por qué me angustiaba tanto si nadie me decía nada, nadie reclamaba por esa manchita, ese descuadre o esa pifia; dejé de pensar en eso y asumí los fallos como "error humano": ese rango de error que se espera en objetos hechos a mano, ese detalle que es inevitable porque no somos máquinas y las personas saben que no debieran esperar perfección. Esa idea contuvo un poco mis manías con los detalles y me dejé estar, lo dejé pasar, lo ignoré y, pronto, dejé de verlo; eso me permitió sentirme más tranquila, pero ahora se me vino todo encima.
El año pasado, justo a mitad de año, perdí toda mi capacidad de hacer algo bien (con respecto a mi trabajo): me arrepiento mucho de haber aceptado trabajos porque todo lo que hice desde entonces es desastroso, tiene errores de todo tipo y apenas si puedo alcanzar un nivel aceptable para los años que llevo metida en esto de hacer libros. No me refiero a errores sencillos, no me refiero a detalles o a pifias difíciles de notar; hablo de monstruos que me tienen un poco enferma. Quizás les parezca desatinada o exagerada la palabra "monstruos", pero es la palabra que define un montón de asuntos que no soy capaz de resolver.
Primero: le ofrezco mis sinceras disculpas a todos los que recibieron pegas (publicaciones, libros, plaquettes, reparaciones o pegas) a partir de julio de 2021: me sentía pésimo y, si bien ahora estoy mejor, no me he recuperado del todo. Acepté trabajos por la imperiosa necesidad de sentir que era capaz, pero no lo era; además de la plata -que necesito con urgencia-.
Segundo: después de pensarlo mucho, darle vueltas decenas de veces, consultar con amigos y compañeros, he decidido cambiar el rumbo de este proyecto. Se me ha hecho muy complicado avanzar como lo tenía planificado (por la magnitud del proyecto), pero cada día doy un paso hacia ese futuro distinto; con el tiempo se notará más y más ese nuevo rumbo.
Tercero: hay asuntos contra los que no puedo pelear y tampoco quiero pelear (porque, sinceramente, pienso que no vale la pena). Esto es lo que puedo hacer y si escojo ir más allá, lo haré por mí y para mí.
Cuarto: estoy en vías de recuperación, pero es imposible que alguien sepa de qué me estoy recuperando (porque no lo he conversado y tampoco se lo diré a nadie).
Quinto: por varias vías reales y virtuales habrá noticias y, si aún te gusta mi trabajo, agradecería que siguieras estando al tanto del proyecto. Ojalá puedas compartir, difundir, recomendar y apoyar: no a mí, sino a las maravillosas personas que trabajan conmigo.
PD: todo esto va a mejorar, lo prometo.